sábado, 2 de febrero de 2008

Esperar...

Esperar, esperar sentado cerca la ventana, las cortinas abiertas de par en par, esperar. Esperar que llegue la mañana, esperar ese instante entre la noche y el día, esperar sin medir el tiempo, esperar el primer brillo de sol, escuchar, los primeros ruidos del tráfico que a esta hora ya empieza a fastidiarme, los pasos de la gente al caminar por las veredas. Esperar no sé que de la mañana, de este nuevo día, de este nuevo comienzo.

Despertar antes que amanezca, ver que la primera impresión del mundo que nos rodea es la penumbra de los minutos previos a los primeros rayos de sol. Dicen que nunca esta más oscuro que cuando esta por amanecer, pero puedo dar fé de que no es del todo cierto, en Lima quizás no lo es, quizás en otras ciudades con nombres más difíciles de pronunciar lo sea, pero acá donde habito las cosas son más simples.

Pasar la noche despierto (a veces) es el sueño de cualquier extraño, pasar la noche despierto concibiendo ideas, imaginando días que vendrán, quizás hasta soñando un poco que mañana es ahora y que no existe otro tiempo más que el presente.

Recuerdo esos días en que sobresaltado despertaba por las mañanas para ir a trabajar, miraba el reloj con prisa, hacía la cama con prisa, entraba a la ducha con prisa, me vestía con prisa, desayunaba con prisa, cogía mi walkman y salía de casa con prisa (a veces se me hacia tarde para buscarlo y salía sin nada y entonces eran días tristes, pesados, fatales), esperaba el micro con prisa, y siempre llegaba 10 o 15 minutos tarde.

El día de hoy amenaza con un sol intenso desde tempranas horas y yo sigo aquí, sentado cerca de la ventana restándole días a los años que me quedan.

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